“Los datos son el nuevo petróleo”. “La inteligencia artificial es la nueva electricidad”. Todos hemos escuchado grandilocuentes frases como estas durante el último tiempo, particularmente en el mundo de la computación y las tecnologías de la información. Y más allá de lo armadas y vendedoras de humo que puedan parecer, es innegable que revelan el efecto que los últimos avances de la inteligencia artificial han tenido en la industria tecnológica. Es tan grande este impacto, que ya se habla de que estamos ad portas de una nueva revolución industrial, donde la llegada de los algoritmos inteligentes a todos los ámbitos productivos y de la sociedad cambiará profundamente el mundo. Y aunque en la práctica es apresurado hablar de que esta revolución es inminente, sí es probable que ciertos aspectos de esta lleguen más pronto que tarde. Lo central de la situación es que, como en todas las transformaciones productivas, es necesario reaccionar rápido, ya que quienes llegan primero suelen ser los más beneficiados.
Frente a este hipotético nuevo escenario, principalmente ante el miedo de perder valiosas oportunidades de nuevos negocios, la industria tecnológica mundial ha reaccionado generando rápidamente una altísima demanda por profesionales del área de la ciencia de la computación y afines. Así, según estudios recientes, se estima que los cerca de 300.000 especialistas en inteligencia artificial y ciencia de datos que habría en el mundo, gozan en promedio de las mejores condiciones de trabajo, en particular en el hemisferio norte. Pero a pesar de que estos números pueden resultar impresionantes, se quedan cortos frente a las expectativas de los analistas, que calculan que habrá varios millones de puestos por llenar en los próximos años. De esta manera, la principal limitante no es la falta de herramientas tecnológicas, sino que la escasez de especialistas.
A nivel local, esta situación plantea una problemática importante, ya que es conocida la tendencia de la industria nacional a no invertir en desarrollos propios y depender de la importación de tecnología. Y a pesar de que esto puede haber funcionado en el pasado, todo indica que ya no será posible ser competitivo si se cree que basta con adquirir la herramienta de software más adecuada para un negocio y así subirse al carro de la inteligencia artificial. La experiencia internacional indica, claramente, que la implementación y uso exitoso de estas tecnologías requiere el involucramiento completo de verdaderos especialistas, en todos los niveles de una organización.
Afortunadamente, hay algunas señales de que la situación pareciera estar cambiando en el país. Además de la gran cantidad de emprendimientos que aplican estas tecnologías en distintos ámbitos y del creciente interés que generan estos temas en los estudiantes, existe un importante volumen de participantes en los programas de diplomado y magíster profesional en temáticas afines, que asisten financiados por sus empleadores. Esto habla de que el mensaje pareciera está llegando a la industria nacional. Resta esperar entonces que, cuando en los próximos años un gran volumen de especialistas nacionales en inteligencia artificial salga al mercado laboral, estos se encuentren con un vibrante ecosistema tecnológico, donde puedan hacer uso de sus habilidades generando productos y servicios innovadores para la industria nacional. De lo contrario, estos talentos con toda seguridad emigrarán, dejándonos nuevamente como un país que no es capaz de desarrollar tecnología.
Sobre el autor
Hans Löbel es profesor del Departamento de Ciencias de la Computación de la Pontificia Universidad Católica (DCC) y parte del Instituto Milenio Fundamentos de los Datos.